En esta ocasión el chofer cambió, tipo 8:45AM me pasó a buscar Cristian Yánez (Excelsys) al Santa Isabel de atrás del departamento. El siguiente en subirse al Chevrolet Aveo es Giancarlo, a quien recogimos afuera del Hotel Neruda, siguiendo con los pasajeros el último fue Mauricio Van der Molen que esperaba en el OK Market de Apoquindo con Coronel aproximadamente.
Enfilamos hacia lo Barnechea, para luego pasar por la plaza San Enrique y tomar camino hacia el Arrayán, finalmente llegamos a estacionarnos afuera del observatorio donde comenzó la caminata del día.
En los primeros metros ya se nos moría el chofer, quien retrasado por su pobre respiración debido a su hábito de fumador se le hacía muy difícil el subir el tramo inicial. Pero en ningún momento dejamos que flaqueara, lo esperamos donde fuese necesario y no arrugó. El desafío inicial era superar el punto donde el intento anterior Mauricio había “devuelto” su desayuno, pero afortunadamente esto no se repitió y ese objetivo se superó con creces.
Entre detención y detención Giancarlo nos aventajó considerablemente, pues no se detuvo con nosotros hasta que llegamos al primer descanso en la roca de la primera cima. A diferencia de la vez anterior, en esta ocasión no había tantos deportistas como esperábamos.
A partir de este punto ya era posible apreciar de rato en rato a una gran ave que circulaba plácidamente alrededor del cerro Pochoco.
Seguimos hasta la siguiente cima, donde ya Cristian y Mauricio se notaban bastante más molidos. En la explanada superior encontramos a un señor con sus dos hijos de unos diez años aproximadamente. Seguimos hacia la cumbre final y, este tramo casualmente lo hicimos muy rápido.
A veces en cuatro patas, otras escalando roca y enredándonos con los cactus llegamos en muy poco tiempo a lo que sería nuestro lugar de almuerzo, al fin la cima del Pochocho! Lunch time! Consumimos la poca agua que nos restaba y cada uno rápidamente disfrutó de sus alimentos, entre los que podemos nombrar galletas, chocolates, pepinos y barras de cereales.
Mientras almorzábamos pasó muy cerca un avión, presumiblemente hacia Argentina por la dirección que este llevaba. Tras esto la infaltable sesión de fotos de grupo, más una que otra de la naturaleza circundante. De vistas de Santiago ni hablar, pues el smog lo cubría absolutamente todo! El dato freak lo puso la Oreja de Van Gogh, pues el ensayo del concierto que tendrían esa noche se escuchaba claramente desde la cumbre.
Vuelta a bajar, en esta ocasión yo era el último del equipo pues me tomé todo el tiempo del mundo para obtener fotografías. Giancarlo nuevamente se adelantó, pero en esta ocasión lo acompañó Mauricio y, Cristián me esperó a mí. Al llegar a un punto determinado no encontramos nada mejor que irnos por un atajo en vez de bajar la escarpada piedra. Para nuestra sorpresa resultó peor la decisión, ya que lo único que había era una molesta morrena, la cual bajamos como verdaderas arañas con Mr. Yánez.
Metros más abajo Mauricio nos esperaba porque Rotta iba muy rápido. En ese lugar hicimos un alto y llegó una niña con dos perros, el labrador era inusualmente extraño: había perdido su lengua en una trampa del tipo “guachi”, por lo tanto, iba sediento a más no dar.
Seguimos hacia abajo, pero la decisión de subir con zapatillas en vez de mis bototos fue pésima y, lo sentí en mis pies en el tramo final de la bajada. Nunca más zapatillas para algo así! Llegamos abajo y devuelta a casa, sin antes pasar a comprar 1.5lt de líquido por cabeza.
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